Hace pocos días, un estudio del CIAE de la Universidad de Chile llamaba la atención sobre la baja en la cantidad de estudiantes que en el país estaban ingresando a las carreras pedagógicas. Particularmente, el estudio plantea con preocupación un descenso de un 27% de los matriculados en pedagogía en solo 6 años, pasando de 105.000 estudiantes de pedagogía en 2011, a poco más de 76.000 en 2017.
Para saber si realmente es motivo de preocupación, los datos aportados por el estudio debieran complementarse con antecedentes sobre titulación (cuántos profesores nuevos se titulan cada año) y sobre la demanda por docentes en el propio sistema educativo.
Un estudio de 2013 sobre el “Mercado de profesores en el sistema escolar urbano chileno”, publicado por Elige Educar, llamaba la atención exactamente sobre el problema inverso: las bajas tasas de natalidad en Chile y sus proyecciones muestran que “de mantenerse condiciones similares a las que actualmente rigen nuestro sistema educativo, se produciría un gran superávit de docentes”.
Lo anterior no es igual en todos los niveles. Los datos del informe permiten reconocer que se necesitaban menos docentes de educación general básica, y más docentes en educación inicial, y en media, especialmente en ciencias, matemáticas, inglés, historia y lenguaje. También se requiere aumentar la dotación de docentes en enseñanza técnico profesional.
Pero las condiciones han cambiado significativamente. Mientras se estableció la prohibición a Institutos Profesionales de impartir carreras de pedagogía, también han ido aumentando los puntajes de ingreso y los requisitos de acceso, atrayendo a estudiantes con mejor preparación.
La nueva carrera docente aumenta crecientemente los requisitos para los postulantes a las pedagogías. Puntajes PSU más altos y mejor lugar en el ranking NEM, buscan asegurar que mejores postulantes ingresen a la carrera docente. El aumento significativo de las remuneraciones (en promedio 30%), también debiera ayudar en el mismo sentido.
El Sistema Único de Admisión simuló el impacto de estas medidas y pudo establecer que, de haber estado vigentes en años anteriores, podrían representar hasta un 30% menos de postulantes a las carreras pedagógicas.
Todos estos antecedentes podrían ser una buena noticia. La de un sistema que atrae mejores estudiantes, los prepara mejor y los premia mejor, mediante remuneraciones más justas. La de un sistema educativo que revaloriza la profesión docente, lo que es fundamental para avanzar en los desafíos de calidad que tenemos.
Y sobre todo, hace necesario mirar las tareas que tenemos por delante. Focalizar el esfuerzo en las disciplinas y niveles deficitarios, así como poner mayor énfasis en la calidad de la formación inicial, parecen desafíos relevantes a considerar en las políticas públicas de los próximos años.