El autoconcepto que se forja en los primeros años de escuela sobre la propia capacidad de aprender está directamente relacionado con el rendimiento académico en la adolescencia.
La nota de matemática o lenguaje de un estudiante de media no depende exclusivamente de cuánto estudió el fin de semana o si el profesor pasó bien la materia. Para entender sus calificaciones hay que remontarse incluso a lo que pasaba por su cabeza cuando estaba en básica.
Uno de los factores más relevantes en el rendimiento académico son las creencias que cada estudiante se forma sobre su capacidad para aprender y lograr un buen desempeño.
Un estudio de la U. Católica y la U. de Michigan publicado la semana pasada en la revista Child Development analizó cómo el autoconcepto académico que tienen los niños en sus años escolares intermedios se asocia a su rendimiento en matemática y lectura al llegar a la adolescencia.
Lideradas por la psicóloga María Inés Susperreguy, doctora en Educación y académica de la Fac. de Educación de la U. Católica, el equipo de investigadoras sacó estas conclusiones a partir del análisis de tres bases de datos de escolares estadounidenses y británicos de entre 5 y 18 años. En ellas se midió el autoconcepto de más de 15 mil niños y se evaluaron sus logros académicos tempranamente y en la adolescencia, logrando un volumen de datos estadísticamente representativo.
El balance es un poco mejor cuando se toma en cuenta solo a los niños en edad para cursar la educación primaria: 26% no alcanzan la suficiencia.
“Un buen autoconcepto académico actúa como un motor del rendimiento: si el niño o niña cree que puede hacerlo bien en matemática, probablemente le va a dedicar más tiempo y práctica, lo que a su vez se traducirá en mejores resultados. Lo importante es que crea que si se esfuerza lo puede lograr, que ser bueno para matemática o lenguaje no es algo innato, sino fruto del trabajo, de haberse esforzado”, explica Susperreguy.
Expectativas y mensajes
A la inversa, niños que se consideran “malos” para una determinada asignatura, probablemente no se esforzarán tanto en ella.
El estudio muestra que un buen autoconcepto no solo impacta entre los estudiantes con mejores notas, sino también entre los alumnos promedio y los del cuartil de menor rendimiento, señala la investigadora. Entre estos últimos, por ejemplo, aquellos con mejor autoconcepto muestran un mejor desempeño que sus pares.
“El autoconcepto está profundamente ligado a las expectativas que otros tienen sobre lo que puedo o no lograr y los mensajes y actitudes que me transmiten al respecto. Y esto es muy relevante, porque hace que uno decida hacer o no hacer algo, poner o no esfuerzo en eso”, subraya Violeta Arancibia, directora ejecutiva del Centro de Investigación en Educación de la U. de los Andes.
La experta -pionera en la investigación en esta área en Chile y coautora del Test de Autoconcepto Académico para escolares de 1° y 4° básico (Ed. UC, 1990)- explica que en los primeros años de vida esa construcción está influida principalmente por mensajes que se reciben en el núcleo familiar. “Si cuando el niño está construyendo una torre se le cae y el padre le dice ‘ya, déjalo así, no te preocupes’, el mensaje que le queda es ‘no puedo hacerlo’. Pero si dice ‘tú puedes, trata de esta otra forma’, el niño percibe que es capaz y se esfuerza para lograrlo”, ejemplifica.
Una vez en el colegio, son los profesores quienes forjarán en forma “dramáticamente importante” ese autoconcepto, dice Arancibia. Al medir esta influencia comprobó que la expectativa que tiene el profesor al inicio del año académico respecto de cómo va a rendir un niño coincide con el desempeño que este tiene durante el año.
“De ahí la importancia de que el profesor considere que los mensajes que entrega pueden ser determinantes en lo que el niño cree o no sobre sus capacidades”.
Estereotipos
Un caso paradigmático son las matemática y el género, fenómeno que Susperreguy estudia junto a la psicóloga Francisca del Río, de la Fac. de Educación de la UDP. En su proyecto Fondecyt han detectado cómo niños de solo 5 años tienen internalizado el estereotipo de que las matemática son para hombres. Un dato no menor, considerando que Chile tiene la segunda brecha más grande de rendimiento entre niños y niñas en esta asignatura.
“Eso quiere decir que las conductas y mensajes de padres, madres, educadores y probablemente TV, juguetes y publicidad influyen desde muy temprano en el autoconcepto que se instala en los niños y niñas. Y en el caso de las niñas, contribuye a que se retraigan y estudien menos carreras de ciencia, tecnología, ingeniería y matemática”, advierte del Río.