Por Lesley Bright

Traducido por Dayne Rosales

Un maestro de química de la escuela intermedia tiene tres consejos para los maestros que encuentran desalentador el aprendizaje basado en proyectos.

Este año me embarqué en una aventura: implementar el aprendizaje basado en proyectos (ABP) durante una unidad de química de la escuela básica. Fue intimidante al principio, pero mi experiencia me convenció de que el ABP se puede implementar con éxito en cualquier aula.

Mi clase de octavo grado diseñó un museo de química: una serie de exhibiciones que demostraban lo que habían aprendido. Crearon una línea de tiempo humana , vistiéndose como figuras de la historia de la química; construyeron modelos de átomos y crearon demostraciones de reacciones; e incluso armaron una tabla periódica hecha enteramente de cupcakes. El día del museo, actuaron como guías turísticos para otros cursos, llevando a sus pares a través de las exhibiciones y explicando la química.

Mis alumnos diseñaron cada centímetro del museo ellos mismos. Creé tareas que los llevaron a través de lo que necesitaban saber, pero ellos eligieron qué mostrar. Respondí preguntas y moderé algunas discusiones grupales, y luego me salí de su camino. El proyecto completo nos llevó unos dos meses, y ningún solo día me paré delante de la sala a darles lecciones. Y mis alumnos llegaron a comprender la química a un nivel que nunca había visto en cursos anteriores porque encontraron todas las respuestas a sus preguntas por sí mismos.

Sí, ABP puede ser desalentador. Pero incluso si no estás listo para sumergirte por completo, hay maneras fáciles de probar algunas ideas sin cambiar completamente la forma en que enseñas.

Sumergir el dedo del pie en el agua del ABP

Primero, integra la elección del estudiante en tu clase. Con el apoyo de los maestros, los estudiantes pueden aprender a tomar buenas decisiones por sí mismos. Permití que los estudiantes tomaran pequeñas y grandes decisiones también. Por ejemplo, cuando necesitaban practicar nuevos tipos de problemas, proporcioné tres o cuatro opciones de práctica que los ayudaría a mejorar sus habilidades y les permitió elegir cuál deseaban completar: una opción pequeña y de bajo riesgo para mí. Y empecé a ver un gran aumento en la finalización de las tareas y el pensamiento crítico.

También les permití hacer elecciones más grandes. Ellos decidieron qué estaciones tendrían en su museo según los estándares que necesitaban cubrir, y se les ocurrieron ideas mejores que las que yo les hubiera dado. Además, aprendieron cómo tomar decisiones juntos como grupo. Al final de la unidad, estaban dirigiendo sus propias discusiones en clase, votando sobre lo que querían hacer y asignándose roles entre ellos.

Hicieron todas las tareas, y se apropiaron de ellas porque eran las que querían hacer, No hubo ninguna queja ni fue culpa de la maestra cuando se quedaron cortos: resolvieron sus problemas porque era, realmente y verdaderamente, su proyecto.

Segundo, no te centres en las calificaciones. La razón por la que el museo de química funcionó fue porque mis alumnos estaban motivados por un proyecto significativo. Las notas vendrían de manera natural: entre más se preocupaban por el proyecto, mejores eran sus calificaciones. En el museo, compartían su aprendizaje con toda la escuela, asegurándose de saber lo que estaban haciendo para así poder contarles a otros estudiantes sobre la química.

Si no estás listo para incluir a toda la escuela en tu proyecto, existen muchas maneras de hacer que un proyecto sea significativo. Trae a un invitado a ver a tus alumnos compartir su trabajo o pídales que creen un producto público, como un sitio web o una exhibición para su escuela. Dales una razón para completar el trabajo además de obtener una buena calificación.

Finalmente, dale espacio a tus alumnos para fallar de manera segura. El día que abrió nuestro museo fue estresante para nosotros. Para empezar, mis alumnos olvidaron los huevos que necesitaban para los cupcakes de la tabla periódica. Podría haber conducido hasta la tienda y haber resuelto el problema para ellos, pero estaba dedicado a la idea de que era su museo, así que di un paso atrás y les dejé que lo resolvieran. Se dieron cuenta de que otro maestro horneaba en su clase a menudo y podían pedir prestados unos huevos.

Cuando chocaron con una pared, di sugerencias y los ayudé gentilmente con ideas, pero no decidí por ellos. Por ejemplo, querían hacer algunos experimentos de demostración para los visitantes del museo. Dos de los experimentos que planearon no funcionaron correctamente. Se suponía que uno debía hacer un producto similar al hielo y el otro era un simple volcán de bicarbonato de sodio. Empezaron a entrar en pánico, así que les pregunté qué había salido mal y qué harían para arreglar los experimentos, y qué plan de respaldo funcionaría si no pudieran solucionarlo.

Para el primer experimento, se dieron cuenta de que necesitaban más de un ingrediente y pudieron hacerlo funcionar. El volcán de bicarbonato nunca funcionó, -creen que fue porque el bicarbonato de sodio estaba vencido-, por lo que lo reemplazaron por uno similar para el cual tenían ingredientes.

Aprendieron a resolver un problema sin que un adulto se les acercara y se lo arreglara, ¿y acaso la escuela no se trata de eso?

El aprendizaje basado en proyectos y la elección de los estudiantes son aterradores, pero los resultados hacen que valga la pena probar estas estrategias. Algún grado de elección del estudiante, apuestas significativas y oportunidades para fallar de manera segura crearán más aceptación de los estudiantes, así como también un ambiente educativo en el cual los estudiantes pueden sobresalir.


Fuente:

https://www.edutopia.org/article/starting-small-pbl

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